miércoles, 18 de mayo de 2011

Aceptación




Por fin despierto, enredado en la tela de araña que forman los rebeldes cables de los auriculares… o lo que queda de ellos, mirando más allá del techo y divagando en algunos asuntos mientras cesa mi egolatría.

Me siento aplastado aquí, pero en realidad me agrada este tipo de presión matutina, me gusta sentirme minúsculo bajo el pie de un gigante, al cual no veo. Se, por la oscuridad de la habitación, que nadie me está echando de menos aún… y echo unas risas al llegar a la conclusión de que no hace falta ver ninguna luz para averiguarlo; por esto me quedo, libre de prisas y quehaceres, libre de gente adversa, mis semejantes.

Pero me asusto al coger el móvil, mirar la lista de llamadas, y comprobar que la última persona con la que he hablado soy yo.


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