Mírame en el reflejo de tus botones y apuñálame con palabras dibujadas con tu afilada lengua, yo soy solo un ratón, no un halcón, que nació de entre las ropas gastadas y viejas que tú llevarás algún día. Lo hago desinteresadamente, sin cuidado, me dejo amenazar con cosas a las que ni temo.
Entre tanto, las olas borraban las pisadas en nuestra orilla, y ya no sabría cómo seguirte, eso no preocupaba, era mejor así. Esculpo tu cuerpo en el aire a veces, entre océanos de edredones en la noche, como solía hacer cuando era pequeño y me imaginaba cómo sería, perdía el tiempo.
Resultó ser más normal de lo que parecía, demasiado cotidiano y demasiado frío, un continuo sinsentido que acabaría por apagarse en el ayer, entre excusas tontas y remedios caseros.
Y hoy por fin regreso, ebrio de realidad, la misma que nos engaña con espejismos de nuevas orillas por descubrir, nuevos bosques en los que entrar… y de los que nunca jamás salir se puede.
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