El olor de la leña ardiendo repartido a los cuatro vientos desde las cumbres, mi aliento en las calles vacías de gente, la lluvia. No pierdo hoy, perdí ayer, tu botón de nácar, tus pestañas frías, tus pies helados… gané al viento que empuja al caminante hacia una especie de victoria oscura. Me quita el sueño y empiezo a contar mis pasos, ya llevo dieciocho, diecinueve, veinte… el sobre se cae de la mano y volando alto se despide con su pañuelo rojo manchado de cortesía.
Recuerdos que se van, otros nuevos llegan, con paso firme, con voces lejanas henchidas de paz, algunos corazones valientes, sin heridas… es precioso. Como un desfile lo siguen, con tambores y trompetas, al amante fénix resurgido de sus propias cenizas. Los locos enlazados por las manos sin miedo a la cura, sin niebla, con hogueras de sonrisas.
En el mundo donde la eterna lucha acabe yaceremos al fin. Con el saludo de nuestra piel en una sala oscura, atentos a nuestros medios susurros, sumidos en el eterno abrazo y nuestra memoria insondable.
El paso se abrió tras la clave de fa y ahora los leones lo guardan, pero no moriremos solos.
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