Se oyen la caja y sus cerillas, la explosión que precede a la luz del fuego danzando en la oscuridad, funciona.
Va siendo la hora de reconocer tus enormes éxitos, me ayudaste mucho en aquel entonces y lo mismo haces ahora, con tu extraña mezcla de ímpetu y desolación. Aún recuerdo cuando nos peleábamos en el recreo, ¿Te acuerdas del día en el que me hiciste más daño de la cuenta? desde entonces me duele justo ahí, bajo las costillas. Ahora te peleas con otros, ya me has olvidado, tan pronto…
No hace tanto pintamos los suelos de las calles de rojo, como el color de la sangre, decías... ¿Sabes? no me gustó que me quitaras a mi chica, eso fue un golpe bajo, no vino al caso y no tenías derecho. Yo tengo derecho a la resignación. Ahora dormimos todas las noches juntos, nos guardamos las espaldas, vivimos nuestro mundo bajo las sábanas. A mí me cuentas tus problemas de tías que nunca entenderé hasta que me dejas dormido. Sabes que mañana te tocará a ti, y yo te contaré los problemas de verdad.
A veces me traicionas, me dices que soy como una mierda pinchada en un palo en mitad del espacio, que nadie notará mi ausencia si me fuese a por tabaco y no volviera, como hizo tu padre, que estoy amargo. Y sabes que eres lo mejor que me ha pasado.
Cada mañana al despertarme, me toco la espalda, y encuentro un cuchillo clavado con una nota escrita en un papel arrugado, en la que dices todo lo que me odias, y las cosas en las que fallé anoche. Estoy con gente a la que no soporto, me obligas a verte con tíos a los que no conozco, mucho mejores que yo, eres inaguantable.
Y yo, en muestra de infinita gratitud, te ofrezco la mejor de mis sonrisas.
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