Aparece a veces en lugares extraños, en silencio, como el humo en la oscuridad. Y luego te abraza, sin miedo al rechazo, decidido a permanecer allí, oculto…
Y nos
miramos como dos viejos amigos con un pasado del que no quieren oír ni hablar,
como un libro en blanco, aún viejo y sin usar. Esperando a que la tinta recorra
de nuevo nuestra piel con nuevas historias que contar. A que el tiempo nos
agote y nos rompa sin más.
Veo asomar
entre sus labios el gélido aliento del olvido, de sus piernas el calor de mil
soles encendidos, de sus manos raíces que cavan hasta lo más hondo, hasta mi
corazón podrido.
Huele a
lluvia, a viento nocturno, a fuego nuevo en mitad de la noche, y me abraza
despacio para no quemarme, no quiero ser cenizas sobre la piedra fría. No
quiero ser un aullido ahogado en el vacío…
…pero no
hay vacío en este silencio.
A veces aquel que más miedo nos daría en apariencia puede ser aquel en quien más podemos confiar. Quizá porque en parte es un espejo de nosotros mismos...
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