Ya estaba
empezando a estar harto de toda aquella situación, se parecía a escuchar golpes
bajo el agua, todo era demasiado difuso. Nadie parecía decir la verdad allí
desde hacía mucho tiempo, o por lo menos nadie parecía atreverse a hacer algo,
lo que fuera. Todo el mundo estaba flotando, cada uno en su propio universo de
mierda del que poder presumir, al que poder acudir para seguir mintiendo, a los
demás, a si mismos…
Aquel tipo seguía
siendo yo, aquel tipo odiaba sus instintos, los mismos que lo habían
traicionado una vez más, estaba embotado, aturdido, desconcertado entre tantas
historias que prefería no saber. Ya no quería nada de nadie, ya no quería
seguir luchando por nada, lo único que quería era olvidar, olvidar cada
secreto, quemarlo todo en un mar de lágrimas. Aquel tipo sentía vergüenza de sí
mismo, quería seguir oculto.
“Nunca
tiendas la mano a una serpiente hambrienta” Eso me dije una vez.
La verdad, no
era una serpiente hambrienta, y no le tendí la mano, simplemente la atrapó y me
sacó de allí. Solo escuchaba su voz:
-Despierta,
hay ciegos que ven más que tu y que yo.
Yo estaba
perdido, ella era preciosa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario