A veces pienso que no me conoces de nada, que dejas de ser tú para poner el piloto automático; el cual, por cierto, nunca funcionó pero sigues dándole oportunidades.
Y lo noto,
claro que lo noto, es la forma en la que me miras, más allá de mis huesos, más
allá de mí mismo. Es la forma en la que pides algo que ya te doy y
continuamente desperdicias. Es la forma en la que planeas tus pequeñas
venganzas, sin cuidar de los detalles que tanto te gustan. Lo noto en las
palabras vacías y en nuestros labios rotos.
Y lo sé, claro
que lo sé, porque yo también lo hago, no de la misma forma pero si con la misma
idea. Y ya basta de derrumbar lo que no hay, porque así nunca lo habrá. Ya
basta de mostrarnos duros, porque no hay nadie duro aquí, esa es la verdad. La
verdad es que necesito un abrazo de vez en cuando y que maullar fuerte en mitad
de la noche es lo normal. Pensar en alguien antes de dormir para intentar
atraparlo en un buen sueño es lo normal.
Y duele,
claro que duele. Y asusta, cómo no va a doler y asustar. El dolor y el miedo es
lo que nos hace fuertes; fuertes de verdad, para seguir viviendo y apagar el
piloto automático, para ser nosotros mismos en vez de ser solo un intento de algo
que tarde o temprano fracasará.
La lluvia
es perfecta para dar un paseo, si lo que quieres es mojarte.